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1936. Del sueño a la realidad.

 

Habían pasado 3 años desde aquella incipiente idea. El 19 de julio de 1936 fue una verdadera fiesta. “No es exagerado decir que todo el vecindario de La Boca se echó a la calle esta mañana para asistir a la inauguración oficial y bendición de la magnífica escuela-museo Pedro de Mendoza [...]. Desde mucho antes de la hora fijada para la realización del acto comenzaron a afluir a la calle Pedro de Mendoza, entre Palos y Del Crucero, donde está ubicada la escuela, grupos compactos de vecinos y numerosas familias de La Boca y de otros barrios de la Capital y de las poblaciones bonaerenses que se hallan del otro lado del Riachuelo. [...] Las embarcaciones surtas en el Riachuelo en aquel lugar, conocido por Vuelta de Rocha, se hallaban asimismo, pobladas de gente y se veían muchos hombres encaramados sobre los palos de aquellas embarcaciones, algunas de las cuales lucían vistosos empavesados. [...] En las intersecciones de las calles Almirante Brown y Gualeguay comenzaron a concentrarse desde las 8:30 delegaciones de numerosas entidades y corporaciones vecinales que habrían de desfilar luego frente a la escuela. Previamente esta columna de manifestantes, en la que formaron las autoridades de la República de la Boca, los Bomberos Voluntarios de la zona y de varios distritos bonaerenses, sociedades culturales, recreativas, etc., delegaciones de clubes deportivos, bandas y fanfarras, delegaciones de boy scouts, depositó una ofrenda floral ante el monumento a Matheu y luego inició la marcha en medio de una gran algazara popular, en la que menudeaban los aplausos, los vítores y las voces más variadas”.

El desfile fue incesante: La Unión de la Boca, la “Verdi”, el Ateneo Popular de la Boca, infinidad de instituciones, y obviamente, la República de La Boca, encabezada por su presidente-dictador, José Víctor Molina. El bullicio y la algarabía eran totales. Se sucedieron las sirenas, el vuelo de una treintena aviones y la suelta de diez mil palomas. Al momento de la bendición del Cardenal Copello la calle, los palcos y el interior de la escuela estaban atestados de personas. Quinquela recuerda: “Mientras en lo alto de la escuela ondeaba la bandera argentina, como símbolo de civilización y de gloria, millares de voces entonaban el himno nacional. Fue un momento solemne. Lo recuerdo muy bien. Aquel instante me emocionó hasta las lágrimas. Quise cantar yo también la canción patria, que había cantado tantas veces, pero esa vez no pude hacerlo. Ni siquiera podía hablar, como si de repente hubiera perdido el habla. Una conmoción extraña, mezcla de alegría y de congoja, me ahogaba la voz en la garganta”.

 

 

Fuentes:

- Muñoz, A. (1949). Vida novelesca de Quinquela Martín. Ciudad Autonoma de Buenos Aires: Buenos Aires.

- Diario La Razón, domingo 19 de julio de 1936.

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