
1934. El estudio lancha.
Era una lancha no muy vieja, con un pequeño motor, que Quinquela compró en San Fernando, cuando ya pudo darse ese lujo material. “Era una lancha que siempre andaba en desgracia”, recuerda el pintor. “Una vez se incendió con gente a bordo. Otra vez quiso hundirse sin motivo aparente que justificara el naufragio. La última vez que salí con ella a pintar me salvé de la muerte de milagro. [...] Parece ser que mi misión en la tierra es pintar el mar, el río, los barcos; pero no navegarlos. Cuando no los utilizo como modelos, me rechazan. Menos mal que en el puerto me siento seguro, a cubierto de todo peligro. Soy un marinero en tierra, un marinero de puerto. Sobre todo, del puerto de La Boca, al que me atrevería a llamar mi puerto de salvación”.
Fuente:
Muñoz, A. (1949). Vida novelesca de Quinquela Martín. Ciudad Autonoma de Buenos Aires: Buenos Aires.
