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Su amigo del alma. Juan de Dios Filiberto.

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           Por aquel entonces, Benito frecuentaba el Salón Unión de La Boca, donde se haría un amigo para toda la vida: Juan de Dios Filiberto, un estudiante de música poco mayor que él que asistía al conservatorio Pezzini-Stiattesi a tomar clases de violín, aunque quería ser guitarrero. Siempre que terminaban sus clases en el conservatorio, iba a la clase de pintura de Lazzari, de quien era amigo y allí fue donde se conocieron y trabaron amistad inmediatamente: “Era Juan de Dios Filiberto. Pero como ese nombre completo resultaba entonces demasiado largo para tan poca personalidad, todos le decíamos Juancito, aunque el prefería que lo llamáramos Filiberto”, cuenta Quinquela.

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            Una noche, luego de la academia, Filiberto le preguntó si conocía a Stagnaro. Decía que era un “Leonardo en pequeño”, por la diversidad de ramas artísticas a las que se dedicaba. Era pintor, poeta, escritor, escultor, periodista, músico; y, como músico, había sido el consejero de Filiberto, para que estudiara guitarra.

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            Santiago Stagnaro vivía en una casa pobre con su madre y sus hermanas. En dicha casa ocupaba un cuarto que usaba de estudio, dormitorio y biblioteca, como muy pocos muebles. Cuando fueron a visitarlo, Stagnaro estaba enfermo y los recibió en su pieza. Filiberto pretendía presentarlos, pero el pequeño Leonardo ya conocía a Quinquela:

“          -Ya lo conozco –Exclamó Stagnaro- . Usted iba antes a la biblioteca de nuestra sociedad ¿Por qué no va ahora?

            -Me absorbe todo el día el trabajo en la carbonería, y de noche voy a la academia de Lazzari.

            -Lazzari sabe mucho de arte y enseña bien lo que sabe –me replicó- . Aprenda usted todo lo que pueda, pero no lo fie todo a las academias. La personalidad tiene que buscarla y encontrarla uno mismo.

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            […] Ya en la calle, me recomendó Filiberto:

            -La personalidad tiene que buscarla y encontrarla uno mismo. No olvides eso que es muy importante”.

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            Las noches que no tenía academia, con el fin de complementar su aprendizaje, Benito concurre a la Sociedad de Caldereros (Calle Garibaldi 1556, La Boca), que tiene una pequeña biblioteca donde en un estante especial hay obras de autores rusos como Máximo Gorki, Fiodor Dostoiesky, el Príncipe Kropotkin, Mijail Bakunin y otros como Errico Malatesta, etc.

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            También recurre al Centro Socialista, de la Sección Cuarta de La Boca, que posee una biblioteca más grande y ecléctica, donde descubre el libro El Arte, de Agustín Rodin, que lo influye en la forma de dedicar su vida a la creación artística. A su decir: “Considero a este libro y a Rodin, mi padre espiritual.

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            Trata de ganarse unos pesos vendiendo retratos al carbón o al óleo a buena parte de los clientes de la carbonería de sus padres y en el puerto. Les cobraba cinco pesos más o menos, según le regatearan el precio. También, a veces, los realizaba por un par de zapatos o hasta por un café con leche.

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            En Marzo y Abril, con 20 años de edad, exhibe por primera vez en la exposición artística local organizada por la Sociedad Ligure de Mutuo Socorro, en su sede de la calle Suarez 676, La Boca, con motivo del XXV aniversario de su fundación.

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            Las cinco obras que presenta en esta muestra colectiva son: el óleo Vista de Venecia, dos temperas tituladas Paisaje y dos dibujos a la pluma titulados cabeza de estudio.

 

 

 

Fuentes:

-(26 de Septiembre de 1931). Jornada.

-Caporicci Miraglia, W. (2018). Benito Quinquela Martin: El hombre que fue nosotros. Ciudad Autonoma de Buenos Aires: Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martin.

-Muñoz, A. (1949). Vida novelesca de Quinquela Martín. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Buenos Aires.

 

        

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