
Roma, 1929.
“Por primera vez críticos y apasionados de la pintura, de la vieja Europa, se encontraron frente a una manifestación de arte de la joven tierra Argentina, tan audaz y tan profundamente personal”[1], sostenía uno de los artículos dedicados a la exposición de Quinquela Martín en Roma.
El embajador argentino, doctor Fernando Pérez, tomo a su cargo el padrinazgo de dicha exposición.
Rememoraba Quinquela: “[…] ya no era Chinchella, sino Quinquela, que, pronunciado a la italiana, se convertía en Cuincuela. Pero por encima de estos detalles idiomáticos y patronímicos, yo era un argentino ´figlio´ de italianos y eso fue suficiente para conquistarme la simpatía y la adhesión de todos, del rey abajo […].
Su majestad el Rey Víctor Manuel III, a quien me presento el embajador argentino, comento:
-Jamás he visto una riqueza tal de movimiento en un cuadro.
-¿Qué cosa el La Boca? – Me pregunto el Rey.
Y yo le conteste rápido:
-La Boca es un puerto de Buenos Aires, donde hay muchos italianos que comen pizza y faina.
Y el Rey se reía y el embajador estaba serio […]
Mussolini; que apenas vio mis cuadros, me sorprendió con esta frase: Leí é el mío pittore.
Yo le agradecí su gentileza y le pregunte en italiano porque lo creía así. Y el ´ducce´ me contesto, esta vez en castellano:
-Porque usted pinta el trabajo.”
Fuente: Muñoz, A. (1949). Vida novelesca de Quinquela Martín. Ciudad Autonoma de Buenos Aires: Buenos Aires.
[1] “Ha obtenido gran éxito la exposición de Quinquela Martín, en Roma”, La Razón, Roma, Mayo de 1929.

