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1933. Una vieja idea en mi cabeza.

 

“Entre mis amigos de ‘La Peña’ y de La Boca se contaba también el escribano Romualdo Benincasa. Una noche, mientras nos dirigíamos de La Boca a ‘La Peña’, le comuniqué mi propósito de dotar a La Boca de una fundación de carácter artístico. Era una vieja idea que se me había metido en la cabeza y que no podía desechar. Y como las ideas que se fijan en la mente no hay más remedio que realizarlas, forzosamente tenía yo que realizar la mía, por un imperativo psicológico. Estudiamos el asunto y, al fin, dimos con la fórmula. La fundación consistiría en un museo con estudios para artistas y un restaurante para el público”.

La idea era costear los gastos del museo con lo producido por el restaurante y el alquiler de los estudios. A priori, una iniciativa por demás atractiva y viable. Rápidamente se pusieron en contacto con el arquitecto Virasoro que se sumó al entusiasmo generalizado, entregando en muy pocas semanas los planos del edificio a construir. Luego de este impulso inicial devino la cruel realidad. El proyecto encontraría su escollo en la financiación. Buscaron infructuosamente un socio capitalista sin buenos resultados. Esto obligó a Quinquela a repensar la idea: “Llevaría adelante mi plan por el lado oficial. La Boca necesitaba una escuela-museo y yo haría todo lo posible para que la tuviera”.

El proyecto desarrollado junto a Enrique Loudet y el escribano Benincasa, hacía pie sobre un certero diagnóstico barrial: El Consejo Nacional de Educación pagaba alquileres para sostener varias escuelas en las inmediaciones de la Vuelta de Rocha. Una única escuela significaría un importante ahorro para el Estado. Además de la faceta escolar, se sumarían un museo y un salón de actos donde poder presentar manifestaciones artísticas, uniendo educación primaria, cultura y protección a las bellas artes.

“Elaborado y aprobado nuestro proyecto, yo me ofrecí para donar el terreno destinado a su ejecución. Pero para donar un terreno lo primero que hace falta es tenerlo. Y como yo no poseía ninguno, me dediqué a buscarlo. Encontré uno en la Vuelta de Rocha que parecía mandado hacer para levantar en él la escuela-museo”.

“Al efectuar esta donación, el señor Quinquela Martín se comprometió a decorar gratuitamente las paredes interiores del local a construirse con temas de su especialidad, que son los temas del puerto y de fábricas en todos sus aspectos, en el pensamiento de que, al proceder así, contribuirá a dejar para la escuela argentina una obra artística realizada con sincero idealismo. Además, y como es sabido, el tercer piso del edificio se destinará a museo de bellas artes, formado con obras de producción del pintor donante y demás artistas argentinos locales, cuyas obras quedarán en propiedad del Consejo Nacional de Educación”.  

 

 

Fuentes:

  • Muñoz, A. (1949). Vida novelesca de Quinquela Martín. Ciudad Autonoma de Buenos Aires: Buenos Aires.

  •  Diario La Prensa, viernes 18 de enero de 1935.

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